miércoles, 31 de octubre de 2007

9 Girondo

¿Nos olvidamos, a veces, de nuestra sombra o es que nuestra sombra
nos abandona de vez en cuando?
Hemos abierto las ventanas de siempre. Hemos encendido las mismas
lámparas. Hemos subido las escaleras de cada noche, y sin embargo han
pasado las horas, las semanas enteras, sin que notemos su presencia.
Una tarde, al atravesar una plaza, nos sentamos en algún banco.
Sobre las piedritas del camino describimos, con el regatón de nuestro
paraguas, la mitad de una circunferencia. ¿Pensamos en alguien que está
ausente? ¿Buscamos, en nuestra memoria, un recuerdo perdido? En todo
caso, nuestra atención se encuentra en todas partes y en ninguna, hasta
que,de repente advertimos un estremecimiento a nuestros pies, y al
averiguar de qué proviene, nos encontramos con nuestra sombra.
¿Será posible que hayamos vivido junto a ella sin habernos dado
cuenta de su existencia? ¿La habremos extraviado al doblar una esquina,
al atravesar una multitud? ¿O fue ella quien nos abandonó, para olfatear
todas las otras sombras de la calle?
La ternura que nos infunde su presencia es demasiado grande para que
nos preocupe la contestación a esas preguntas.
Quisiéramos acariciarla como a un perro, quisiéramos cargarla para
que durmiera en nuestros brazos, y es tal la satisfacción de que nos
acompañe al regresar a nuestra casa, que todas las preocupaciones que
tomamos con ella nos parecen insuficientes.
Antes de atravesar las bocacalles esperamos que no circule ninguna
clase de vehículo. En vez de subir las escaleras, tomamos el ascensor,
para impedir que los escalones le fracturen el espinazo. Al circular de un
cuarto a otro, evitamos que se lastime en las aristas de los muebles, y
cuando llega la hora de acostarnos, la cubrimos como si fuese una mujer,
para sentirla bien cerca de nosotros, para que duerma toda la noche a
nuestro lado.


"9"de Oliverio Girondo

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